sábado, 17 de abril de 2004

HABÍA UNA FIESTA...

HABÍA UNA FIESTA...

Como hacen los fuegos artificiales
cuando chisporrotean en el cielo negro
de los pueblos
yo procuraba
encender cohetes
pero me quemaba las manos
y no veía nada
porque ella
lo iluminaba todo.

Ella
estaba
allí
mirándome de vez en cuando,
enigmática
como una presencia mitológica.

Y yo todo lo hacía
para ser
-al menos por un instante-
un reflejo pequeño en el brillo de sus ojos.

Y me sobraba todo:
el amigo,
la sorpresa,
la comida,
la música,
la risa...
porque me faltaba su voz
que llegaba confundida entre las voces odiosas de la gente,
mezclada con otros tonos altisonantes.

Y pues me faltaba su voz
TODO me importaba NADA.